Nueve años han pasado desde que Michael Dougherty, el guionista de X-Men 2, debutara como director con su antología de halloween Trick ‘r Treat (Truco o trato), film de culto instantáneo entre el público aficionado al terror.
Con un moderado presupuesto de 15 millones de dólares, las pasadas navidades de 2015 el realizador estadounidense presentó Krampus, su segundo film. La película está basada en una leyenda del folclore de los países alpinos.
Cuenta dicha leyenda que Krampus, personaje mitológico y antagonista de San Nicolás (a.k.a Santa Claus, Papá Noel), es un demonio de aspecto diabólico; con cuernos en la frente, una larga lengua roja, cabellera negra y patas similares a las de un fauno, que viene por navidad a llevarse al infierno a los niños que se han portado mal.
No es la primera película, ni la última, que se basa en esta leyenda. La reciente A Christmas Horror Story (2015) o Krampus: The Christmas Devil (2013), ya han rendido su particular homenaje al personaje. Incluso, otras como Rare Exports o Sint, que no hacen referencia directa al personaje del Krampus, sí lo hacen a la leyenda.
El espíritu de la Navidad simboliza la unión familiar y la generosidad, pero cuando Max ve que su familia se resquebraja pierde la fe en estos valores. Esto despertará la ira de Krampus, un ser mitológico que acecha al niño y a sus parientes para atormentar las fiestas y hacerles vivir un infierno. Para enfrentarse al Krampus y salvar la vida, Max y los suyos tendrán que dejar a un lado sus diferencias y unir sus fuerzas contra el monstruo.
El film ha sido bastante más rentable en USA, por nuestras carteleras pasó sin pena ni gloria. Y eso, que en un intento de atraer más público, la característica lucidez made in spain le añadió al título original la coletilla, Maldita Navidad. Pero ni con esas consiguió unos grandes resultados en nuestra taquilla.
El guión co-escrito por Dougherty junto a Todd Casey, guionista de series de animación como Thundercats o Batman: The Brave and the Bold, se limita a plasmar la leyenda sin florituras adicionales con una historia donde la originalidad no es el punto fuerte del film.
El film de Dougherty no es nada especial, eso es un hecho, pese a quien le pese. Todo y con esto, con sus aciertos y sus errores, el film consigue entretener durante su correcta duración de 100 minutos.
La película maneja bastante bien su moderado presupuesto, siendo la parte estética una de sus opciones más favorables en todo el conjunto, con un estilo muy teatral, influenciada claramente por el Krampuslauf, desfile que rinde homenaje al ser mitológico realizado en la localidad de Graz, Austria.
Sus diálogos de moderada acidez en el primer tramo del film, retratan con sarcasmo todos los tópicos navideños acertadamente. Sin embargo, lo que termina por contarnos Dougherty es un cuento moralista, al margen de su risible y trágico desenlace que me pareció bastante guay. Quizás, porque no lo vi venir.
El mayor de los problemas, es que Krampus es un producto claramente familiar dirigido a todos los públicos donde la ausencia de sangre y mala leche decepciona a cualquier fan del terror.
La película no pretende ser una pieza de terror pura, aunque así lo parezca cuando vemos al Krampus saltar de tejado en tejado o entrar por la chimenea. La obra de Dougherty es una película de terror navideño endulzada por la comedia.
Sin embargo, su proximidad a la comedy terror -tan de moda- sigue sin ser todo la satisfactoria que podría haber sido. En esa categoría, sigue siendo un quiero y no puedo.
En cualquier caso, prometía ser mucho más descerebrada y sanguinolenta de lo que es. Claros ejemplos de una combinación bastante más y mejor lograda entre el terror y la comedia, son La cabaña en el bosque o Zombis Nazis.
La película de Dougherty, como he dicho, entretiene, pero es fácilmente olvidable. Tiene alguna escena bien parida, pero no tiene ningún rasgo personal o secuencia que sea realmente conmemorativa para el público.
A su favor también prevalece su factura tremendamente ochentera, que repercute (en el buen sentido) en su puesta en escena y sus efectos especiales artesanales, que únicamente recurre a lo digital en aspectos más laboriosos como las Gingerbread asesinas, la entrada al infierno o la rotura de la chimenea.
Sus guiños tan claros a Gremlins tiran de nuestra nostalgia como hacen los forzudos en el StrongMan arrastrando camiones. Desgraciadamente no llega a calar en nuestra conciencia como lo hiciera la obra de Joe Dante en nuestra infancia.
Sus personajes están bastante perfilados, lastima que no se les extrae todo el provecho que pudieran haber dado a lo largo de la película. Los más destacables para un servidor son la Tía Dorothy, interpretada por una irreconocible Conchata Ferrell (Eduardo Manostijeras). Y Howard, el cuñado, interpretado por David Koechner (Cheap Thrills). El resto de la familia se comporta correctamente en sus papeles.
En fin, que podría haber sido mucho más alocada y sin guardar esas correctas formas, habría contentado mucho más a un sector del público más específico, aunque éste fuese menor.
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