Tras su paso por el festival de Sundance y alzarse con el premio a la mejor dirección, The Witch es el debut en la gran pantalla dirigido por Robert Eggers (The Tell Tale Heart), que se presenta como película inaugural en el Festival de Sitges de 2015.
Las expectativas eran elevadas entre el gran público, y lo cierto es, que antes de ponerme a escribir sobre ella -ayer tampoco tuve mucho tiempo y ganas-, me alegro de haber dejado madurar la propuesta en mis neuronas. Tras el inmediato visionado me dejó una sensación de ambigüedad. Me gustó, pero no sabría decirte, si mucho o poco. Tras descansar debidamente, hoy vamos a inclinar la balanza un poco más hacia el lado positivo.
En un gran onírico cuento del folklore Estadounidense. Eggers que también ha escrito el guión, nos pone brevemente en situación con una secuencia del destierro de una familia de colonos ingleses en 1630. Su arraigada fe cristiana, conduce a la familia a apartarse a un recóndito lugar a la vera de un siniestro bosque, en el que las leyendas de la época afirman que existen brujas en él. Tras asentarse en una cabaña en la soledad, las cosechas no van bien y el hambre deteriora las relaciones en el seno de la familia, que languidece dia tras dia, detonando del todo después de desaparecer misteriosamente el bebé de la familia, engullido por el siniestro bosque.
Una desaparición con una de las escenas más simples, pero efectiva que hayamos visto en tiempo. Por desgracia desvelada en el trailer, aunque, gracias a ella tomé el debido interés en la película.
Estamos ante una película de opaca fotografía y de una tonalidad ocre, casi ceniza, muy acorde con su ambientación. Una tonalidad, que aún torna más asfixiante e inquietante la propia atmósfera que desprenden las imágenes.
Resaltada por la magnífica puesta en escena de sus personajes -humanos y animales- en los oscuros y siniestros parajes de un austero bosque.
Con un notable diseño de producción, la película está rodada desde la más absoluta simplicidad visual, aunque Eggers afirma que rodar con animales fue muy difícil. Esa simplicidad genera en el espectador una intranquilidad bastante elevada, y una curiosidad insondable por los misterios que esconde el bosque.
The Witch juega con el terror a lo invisible, a lo intangible, que nos envuelve en un manto oscuro y opresivo. Un terror más psicológico que visual, y que se basa en la inquietud que precede al miedo. Porque el miedo a lo invisible y desconocido, en ocasiones, es más angustiante que lo visible y conocido.
Su sosegado ritmo, casi inexistente, puede exacerbar a más de uno. Apartando así al espectador de la propia historia. Tenemos que tener claro que Eggers nos presenta una película tranquila que se nutre de la inquietud del espectador, no de la adrenalina. Pasa página si buscas algo trepidante, en la obra de Eggers no lo encontrarás.
Una obra que se basa antes en los diálogos, que en las acciones. Unos diálogos escritos en base a las leyendas que circulan sobre la brujería.
A pesar de su lentitud, si se tiene paciencia, las incógnitas que va despejando el film, nos harán estar lo suficientemente atentos como para no perder el interés.
También es cierto, que la película es como una gran marea que sube y baja, tiene ciertos momentos -secuencias- en la que se vuelve un tanto tediosa y nos transmite una sensación cercana al desazón, haciendo pensar que el conjunto va cuesta abajo.
Sin embargo, de alguna extraña forma -como le sucede a sus protagonistas- en escenas posteriores consigue hechizarnos con su brujería, para seguir atentos hasta su desenlace. Del que bien, yo habría eliminado los dos planos finales en el montaje, manías personales de uno, esto no lo toméis muy en cuenta.
Sin embargo, el mayor mérito del film, a criterio propio, se lo lleva la banda sonora creada por Mark Korven (Cube) y el apartado sonoro, la rehostia. A base de crujidos, susurros, llantos, rezos siseantes y otros sonidos divergentes, complementan esa asfixiante atmósfera de la que he hablado más arriba. Sin ello, la película perdería enteros de todas todas.
El peso de la interpretación recae, sobre el padre, la hija mayor, la madre y el hijo mayor, en ese orden. Los gemelos Jonas y Mercy, interpretados por unos desconocidos Lucas Dawson y Ellie Grainger quedan en un plano secundario, gozan de un par secuencias significativas y de peso, nada más.
William es interpretado por Ralph Ineson (Guardianes de la galaxia), que con una caracterización y una voz original -ya veremos el doblaje- muy acorde a su papel en el seno de la familia, el padre fanático religioso hasta la médula, acapara buena parte del metraje y nuestra atención con una notable interpretación.
Thomasin, la hija mayor, la encarna Anya Taylor Joy (Viking Quest), es el engranaje motriz por el que toda la película avanza, nos ofrece una interpretación con un aura de misterio que se resuelve en el momento justo.
Katherine, la madre, interpretada por Kate Dickie (Filth) es el vivo reflejo del papel del padre, pero en femenino, un poco histriónica en alguna escena, pero igualmente creíble.
Y por último Harvey Scrimshaw (Oranges and Sunshine) su rol es muy correcto peor ridículo en cierta escena del film, que a mi parecer ya no es cosa del pequeño actor, sino de la propia escena en sí.
Para terminar solo me falta decir que si lees alguna opinión que la tacha de obra maestra, no hagas demasiado caso, se tiende a enfatizar muy fácilmente a la mínima que una propuesta está bien rodada y ejecutada. El caso The Witch cumple esa condición, pero puede llevarte a expectativas desorbitadas que afecten en tu apreciación y valoración de una película que gana con el paso del tiempo.
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