Los hermanos Blaine, Chris y Ben, después de dirigir un buen puñado de cortometrajes a lo largo de una década, y tras su primera incursión en el mundo del largometraje en 2009 con el telefilm Headspace. Debutan este 2015 en la gran pantalla en el Festival de Sitges con Nina Forever, título muy melodramático que puede inducir a confusiones.
La película contiene algún gag, propicio de una zom-com; del estilo Burying The Ex (Joe Dante) -clausura del Festival de Sitges del 2014- o Memorias de un Zombie adolescente (Jonathan Levine). Pero la apuesta en Nina Forever va enfocada al género de terror.
Una mezcolanza de dos ‘subgéneros’ del terror; la necrofilia y las maldiciones, leitmotivs tan manidos y conocidos por el aficionado. De manera, que no parecía un buen ‘discurso’ a pronunciar. Sin embargo, los brothers Blaine’s nos sorprenden con un producto bastante fresco para lo desgastado que ya está el tema a tratar.
El tandem, guionistas también del conjunto. Escuetamente, nos presentan a Holly, una joven muy sensual que logra ligar con Ben. En plena copulación, la pareja descubre que la difunta ex-novia de Ben todavía está presente en su vida... De hecho, sigue en su cama, putrefacta, parlanchina y malhumorada.
Ese es el punto de partida a una historia que, desde lo pragmático y sarcástico, retrata en clave humorística, los tópicos y la influencia que ejerce una novia obsesiva y posesiva sobre su pareja. La película cuenta con una buena factura y puesta en escena correcta, a pesar de destilar cierto toque a producto de segunda categoría. Las escenas de la aparición de la ex-novia bajo las impolutas sábanas blancas, están sumamente bien rodadas.
La intención de sendos directores se mueve entre lo nauseabundo y lo erótico, si bien no es del todo efectiva, sin unas escandalosas dósis de hemoglobina, funciona correctamente a lo largo de la película. Una perfecta combinación entre el horror más sarcástico que se puede ver en un melodrama romántico.
Aunque parezca mentira, una sinopsis que no daba para más de 20 minutos, se extiende con firmeza hasta el final. Ese es el momento en que la buena propuesta de estos dos debutantes, cae en un desenlace poco fructífero, ya no por moverse entre los tópicos y los convencionalismos, pero resulta bastante tonto.
No voy a decir que es porque sea previsible, que sí fácil de intuir, eso es lo de menos. Su mayor error es convertir una premisa tan interesante en algo con tan poco ingenioso con los tópicos habidos y por haber en el ‘género’ de maldiciones.
De manera que al final nos queda una película que a pesar de unas correctas interpretaciones, en la que Fiona O'Shaughnessy de la serie Utopía se pone a merced del arisco carácter del personaje de ex-novia envidiosa y rencorosa como pocas veces se haya visto antes. Junto a una notable caracterización a la vieja usanza, con mucho maquillaje, ya que si existe algún retoque digital, un servidor no ha sabido ver.
Holly está interpretada por Abigail Hardingham que ha pasado por algunas series de televisión en apariciones más bien escuetas, antes de llegar a lo que parece su debut en una película.
La voluptuosa y sensual actriz de pechos casi perfectos y naturales, ejecuta su papel de infiltrada con reacciones que nos dejarán sorprendidos como espectadores, casi de aplauso para el sector masculino del público.
Mientras que Cian Barry (Arañas asesinas) ejerce de novio con remordimientos e inseguro ante la presencia de se ex con la credibilidad justa.
Un film que podría haber ofrecido algo más que un simple entretenimiento si se hubiese buscado un final menos tontuno y sustentado en un tópico tan clasicista y sustentado en los tópicos ya vistos en cantidad de films de terror con maldición como impulsor de la historia.
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