Te puede gustar más o te puede gustar menos, pero que Álex de la Iglesia se ha convertido en un referente del cine español actual, es un hecho. Sin embargo, llevamos casi una década en la que el realizador parece haber perdido frescura a la hora de dar el carpetazo final en sus películas. Por lo general, éstas suelen arrancar con mucho brío y frescura que se pierde al llegar al desenlace.
Situación que comenzó a darse con Balada triste de trompeta en 2010, y que se afianzó como marca de la casa en siguientes trabajos. Films que pecaban todos de la misma dolencia, un mal cierre al llegar al desenlace de la historia.
Un claro ejemplo se vio con Las brujas de Zugarramurdi que presentaba un desenlace muy por debajo de toda la película, además de tremendamente largo. Es como si al llegar al final del film se le acabaran las buenas ideas que tanto se le reconocen y atribuyen para bien durante el inicio y la parte central de la historia.
Caso aparte fue Mi gran noche, un film que presumía su lado más guiñolesco y ridículo. Más que una gran noche, un gran chiste sin apenas gracia (al margen de un par de sketches).
Para un servidor, la peor, sin duda. Ahora parece remediar en parte semejantes desaguisados estructurales de sus films anteriores.
Aunque nunca es tarde para rectificar, incluso, mejorar. Aunque, mucho camino le queda a Álex -que repite con su guionista de confianza, Jorge Guerricaechevarría- por recorrer, si quiere volver a la genialidad de antaño.
El bar es una película bastante sencilla a nivel argumental, con pocos escenarios pero muy bien elaborados, como las cloacas. Una parte que se alarga y apunto está de conseguir otra vez un mal cierre, cosa que evita en esta ocasión, pero que es cierto que podría haber estado mucho mejor.
Son las 9:00 de la mañana de un dia soleado y un grupo de personas absolutamente heterogéneo desayuna en un bar en el centro de Madrid. Uno de ellos tiene prisa; al salir por la puerta recibe un disparo en la cabeza. Nadie se atreve a socorrerlo. Están atrapados.
Su prólogo es de lo más resumido, tanto como la propia sinopsis. En dicho prólogo se nos presenta brevemente a los personajes, dejando que ellos mismos se vayan dando a conocer durante la función. Y es que El bar, aun manteniendo un tono cómico en torno a sus personajes principales, no deja de ser una película de misterio y suspense.
Pero dado el camino que estaba tomando el realizador bilbaíno, puedo decir que me ha sorprendido bastante. No llega a la altura de su mejor época, pero es un comienzo.
Dentro de todos los excesos visuales y verbales a los que nos tiene acostumbrados, la presente obra, tiene un tono algo más serio y truculento de lo habitual, pero sin perder el tono cómico y sarcástico que tanto le caracteriza como cineasta. Creo que ha encontrado un equilibrio bastante bueno entre ambos caminos, el cómico y el serio.
La puesta en escena es bastante mejor que la de Mi gran noche, tarea que tampoco era difícil. La historia es más creíble hasta cierto punto, ya que hay licencias que hay que permitir al guión presentado por de la Iglesia y su tocayo.
Álex repite dicha función con algunos artistas que ya han trabajado con él anteriormente. Entre ellos tenemos a Blanca Suárez, Mario Casas, Terele Pávez, Jaime Ordóñez y Carmen Machi, que acaban siendo los personajes más histriónicos de todos y clave en distintos momentos de la película.
El film posee las mismas virtudes y defectos tan arraigados de los últimos trabajos que nos ha presentado el director de El día de la bestia. Por tanto, si sus excesos verbales y visuales te enervan, alejate de su nueva propuesta, porque viene de serie con su cine.
Tras ver los malos cierres que lleva dando a sus películas estos últimos años, me pregunto que me impulsa a seguir apostando por los nuevos trabajos de Álex. Pero en esta ocasión, no me disgusta, haber apostado por la imaginería nacional del realizador.
Es curioso, porque aunque me decepcione, como anteriormente, algo me atrae de sus películas. El bar, con sus más y sus menos, me parece la mejor cerrada de la última década por parte del realizador bilbaíno. Por tanto, puedo comprometerme a que El bar es su película menos desperdiciada, a pesar de que llegados a su desenlace quedan cuestiones sin resolver, y no rubrica en ella un final brillante, es mucho más recomendable que cualquiera de sus obra después de Balada triste de trompeta.
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