Con una clara y aplastante prioridad por mantener las relaciones sociales durante el fin de semana, he esquivado por completo la euforia inicial del estreno de Rogue One, y he demorado hasta hoy lunes el visionado.
Rogue One es el primero de los dos spin-off (el segundo con Han Solo como protagonista ya está en desarrollo) que amplían el universo de Star Wars en la gran pantalla.
Durante este fin de semana han habido opiniones diversas, aunque casi siempre con la balanza inclinada hacia el lado positivo. Un periplo en el que un servidor no ha querido profundizar en lecturas extensas (no he pasado de los clásicos ‘titulares’) para no condicionar mi opinión.
La saga original me fascinó de pequeño, eso es un hecho. Pero nunca me he considerado tan fan como para no poder esperar un par de días más. A ello hay que sumar, que el director encargado de llevar a cabo Rogue One es Gareth Edwards, director de Monsters y del remake de Godzilla (2014). Pintaba bien, pero estaba algo receloso con el resultado.
El Imperio Galáctico ha terminado de construir el arma más poderosa de todas, la Estrella de la muerte, pero un grupo de rebeldes decide realizar una misión de muy alto riesgo: robar los planos de dicha estación antes de que entre en operaciones, mientras se enfrentan también al poderoso Lord Sith conocido como Darth Vader, discípulo del despiadado Emperador Palpatine.
Por si no queda claro, la historia nos sitúa en la línea temporal de acontecimientos entre el episodio III y IV. El trabajo realizado por George Lucas con la trilogía moderna, es un altibajo dentro del amplio universo ideado hace por Lucas hace casi 40 años.
Cuando George Lucas vendió su compañía Lucasfilm a los estudios Walt Disney por 4000 millones de dólares, la cosa no prometía ir mucho mejor. Cuan equivocados estábamos.
La casa de las ideas, para mí, ha revivido la franquicia con el episodio VII dirigido por J.J Abrams. Y vuelvo a reverenciar a Rogue One, no solo mantiene el nivel recuperado con el séptimo episodio, si no que lo amplía muy dignamente.
Se supone que Rogue One no pertenece a la saga principal, o eso he leído. Pero en realidad encaja y enlaza perfectamente con los acontecimientos posteriores, los del capítulo IV. Los estudios Disney parecen tener los mismos objetivos con la saga Star Wars que con su universo Marvelita, ampliar y solidificar lazos argumentales con otras películas de la susodicha franquicia, sin olvidar la interacción entre personajes.
A nivel estético la obra de Gareth es muy respetuosa con los diseños originales (idem que el El despertar de la fuerza), a la par que innova sin romper el estilo que caracteriza la trilogía original, combina elementos a la perfección.
Arquitectónicamente, Rogue One se ve muy influenciada por monumentos y continentes reales, por ejemplo, pueblos egipcios y mayas, incluso, en arquitectura moderna como la isla de Dubai, pero perfectamente integrado en la estética futurista de Star Wars. En cuanto al universo de seres pintorescos y lugares ‘exóticos’, Rogue One va muy bien servida.
Chris Weitz, guionista de La brújula dorada junto a Tony Gilroy, responsable de los guiones de la saga Bourne, se basan en una historia escrita por John Knoll, responsable de efectos visuales de Avatar y de la mayor parte de la franquicia de Star Wars, junto a Gary Whitta, guionista de El libro de Eli, para escribir un guión que no es la panacea, pero funciona perfectamente usando elementos conocidos dentro de la saga.
Como he dicho, sendos guionistas (Gilroy-Weitz) no es que ofrezcan una historia muy novedosa. Con los mismos elementos de siempre, relaciones filioparentales y el enfrentamiento entre rebeldes y el imperio, consiguen hacernos pasar un par de horas de lo más entretenidas que se le puede exigir a un blockbuster estrenado en invierno.
Además, del respeto estético que he comentado que mantiene, hace lo propio con muchas de las pautas originales, los stormtroopers siguen siendo igual de malos disparando y más torpes que un pez en pleno desierto, pero forma parte del encanto.
También disfrutamos de algunos cameos de personajes originales, y algunos llegan a tener momentos de bastante importancia dentro de la historia.
Como en el séptimo episodio, Disney apuesta otra vez por una protagonista femenina. La actriz Felicity Jones (The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro) encarna a Jyn Erso, hija de Galen Erso, interpretado por Mads Mikkelsen. Aunque éste, pasado el inicio, no tiene mucho protagonismo hasta llegados a la mitad del film, lo hace bastante bien.
En cuanto a Felicity recuerda bastante al rol que interpreta Daisy Ridley, incluso van vestidas de forma similar. Jyn es un personaje femenino pero de gran fortaleza que, hasta cierto punto, recuerda a Amidala, pero menos sofisticada.
El actor mexicano Diego Luna acompaña buena parte a Jyn durante sus aventuras en el rol de Cassian Andor, aunque su personaje no es especialmente carismático, es el que mayor protagonismo alcanza entre el elenco de actores masculinos. Y para completar dicha formación principal, el robot K-2SO no tiene el carisma de C-3PO ni de R2D2, pero no es para nada un mal compañero de aventuras, es muy competente.
Y creo que Forest Whitaker (El último rey de Escocia) en el papel de Saw Gerrera, daba mucho más juego antes de pasar página dentro de la historia. En general es un elenco de secundarios que se complementan muy bien.
En cuanto a la banda sonora compuesta por Michael Giacchino (El amanecer del planeta de los simios) ha creado una partitura nueva casi en su totalidad, que no llega a las carismáticas piezas de John Williams para la trilogía original, pero que mantiene la esencia y resalta correctamente cualquier momento del film, tanto los emotivos como los de las épicas batallas entre rebeldes y el imperio (en tierra firme y en el espacio).
En fin, que está claro que el tiempo de las maquetas ha pasado a la historia dentro de la vital y famosa saga galáctica. Pero Disney, aunque no lo creamos, ha revivido y respetado una estética con medios digitales actuales.
Toda una delicia, que en su tramo central, cuando la historia todavía dispone ciertos elementos en la sencilla trama, aburre brevemente. Pasado ese pequeño bache, la película te vuelve a atrapar del todo y ya no te suelta hasta su desenlace. Si te gustó El despertar de la fuerza, dificilmente no te gustará Rogue One.
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