Billy O'Brien, el director de Experimento mortal o Scintilla, películas que desconozco, pero que no tienen pinta de ser mejor que su más reciente trabajo, I Am Not a Serial Killer, una película muy modesta que ha sido presentada en el marco del Festival de Sitges 2016.
Mi interés inicial (como el de la mayoría de público) por ella se debe a que cuenta en sus filas con el actor Christopher Lloyd, el Doc de Regreso al futuro, sin duda, el mayor de los reclamos para la mayoría de los que superamos los 30.
Como he dicho, I Am Not a Serial Killer es una película realmente modesta. Eso no quita que no sea entretenida, aunque me temo que su recuerdo no va a perdurar en el tiempo como lo han conseguido otros films de terror.
Desgraciadamente, no pasará a ser un clásico del género, pero reconozco que tiene sus aciertos y momentos bastante bien llevados en una trama tan poco novedosa, sobre todo, durante su primera mitad.
John Wayne Cleaver es un adolescente obsesionado con los asesinos en serie que, pese a sus tendencias sociópatas, hace todo lo posible para no convertirse en uno de ellos. Cuando el frío pueblo del Midwest americano donde vive se ve acechado por una ola de sangrientas muertes, John decide perseguir al culpable, bajo la amenaza de descubrir que él es mucho peor que su enemigo.
John Wayne Cleaver es el joven adolescente al que da vida el actor Max Records, que hace ya la friolera de 8 años, encarnó al joven Max (que casualidad) en Donde viven los monstruos, film dirigido por Spike Jonze.
Max Records, ahora ya muy crecidito y cambiado, me resultó irreconocible durante el film dirigido por Billy O’Brien. Así que imaginaros mi sorpresa al investigar el casting en el momento de escribir estas líneas.
Records interpreta su papel con mucha naturalidad y su perfil de joven inadaptado con influencias sociópatas provenientes de las mentes más perturbadas de los asesinos en serie más famosos como Ted Bundy o Jeffrey Dahmer, y que nos brindan alguna genial escena como la de la fiesta, con diálogos de lo más afilados sin tener que recurrir a la violencia física.
O’Brien ha escrito el guión junto a Christopher Hyde, que debuta en dicho campo con un guión basado en una novela de Dan Wells. Desconozco la fidelidad con la novela, pero el punto más llamativo del film es el equilibrio entre el bien y el mal y el uso que hace de él.
Una cuerda que se tensa cada vez más, en la que Cleaver tendrá que hacer auténticos malabarismos sobre ella para no caer en el lado oscuro, tal como su vecino octogenario, Crowley, interpretado con gran acierto por el gran Christopher Lloyd, el Doc de Regreso al futuro.
Un personaje, del que llegado el momento crucial no se explican demasiados detalles, eso puede descontentar al espectador más meticuloso, pero dejará satisfecho al menos exigente.
Su evolución hacia el género fantástico ‘quiebra’ la película, en el buen sentido, y su desenlace te deja un poco perplejo, pero para una película tan pequeña, está bien realizado en aspectos técnicos. Básicamente la película se sostiene por los dos personajes que crean una dinámica y empujan la historia, que funciona como un pseudo documental y explica sutilmente los inicios de un asesino en serie. Aunque, Cleaver sabe mantener muy bien ese equilibrio.
Otro aspecto que juega con mucho acierto, es el manejo del suspense, no se puede comparar al de Alfred Hitchcock, pero si al de Stephen King, que revela las incógnitas en el momento justo. Una película que deja reconfortado de forma momentáneamente al espectador amante del fantástico y del terror.
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