Desde tierras canadienses, después de dirigir productos desconocidos al gran público, Jordan Barker nos presenta su cuarta película. Un producto con aroma a DVD, pero con un atrayente título y póster para el fan del género.
Su sencillo argumento, es presentado por una corta secuencia en forma prólogo, muy deudor de Terror en Amityville, simple pero prometedor. Una fórmula clásica para engatusar al espectador, y Barker lo consigue.
Cory Morgan, su esposa y su hijo de 7 años Liam deciden pasar unas vacaciones tranquilas solos en familia en una casa de campo. Pero cuando Sarah empieza a ver cosas extrañas alrededor de la casa, se darán cuenta de que tienen unos huéspedes indeseados.
Inspirado plenamente en el subgénero de las home invasion y el slasher. A pesar de la ausencia de grandes dósis de violencia y de cumplir con todos los clichés establecidos en ambos géneros, tanto a nivel interpretativo, como en las situaciones que nos plantea el guión, escrito a cuatro manos por unos desconocidos Thomas Pound y Michael Foster, la historia se desenvuelve con naturalidad y firmeza.
Y sin mostrarnos ninguna maravilla técnica, argumental o visual, la película se las apaña para ir entreteniendo, regularmente, con los tópicos de familia disfuncional, hasta bien llegados a la mitad de su escueta duración, 80 minutos.
Sin embargo, en el ecuador de ésta, justo cuando debería empezar la tralla, ésta empieza a divagar, y la simpleza inicial se disuelve en una insustancial trama intentando darle una profundidad argumental que no requiere una película de semejante características.
Tormenter parte de un tipo de historia con pautas ya establecidas en su género, cualquier intento de alterarlas, requiere maestría, y eso el algo que Barker parece no tener.
El mejor camino hubiera sido seguir los cánones conocidos sobradamente por el espectador en dicho género, home invasion.
Tanto, si toma el camino de la violencia visualmente explícita, como sí lo hace por el camino de la violencia psicológica, que es la que toma el cineasta canadiense.
Como he dicho, divaga tanto, que yo no terminé de comprender su desenlace y motivación final de los asaltantes.
La película se haya influenciada por el terror psicológico la mayor parte del tiempo. La puesta en escena, lejos de la violencia explícita que promete su título y póster, es el vivo reflejo de películas como Los extraños, Secuestrados e incluso resquicios (en la parte visual) de El orfanato.
No lo comento como algo negativo, para mí, es mucho más inquietante, aterrador y efectivo -si se hace bien- un ‘baile de máscaras’. Me explico, ese tipo de escenas en que los malos se quedan quietos mirando a su víctima. El problema, es que en Tormenter, ni siquiera eso termina por funcionar debidamente.
Katharine Isabelle (Ginger Snaps) en su papel de novia heroína, cumple con la credibilidad suficiente, además, sigue teniendo ese toque atractivo. Pero bueno, tampoco es un producto para pedir interpretaciones de nominaciones.
Mientras que Robin Dunne, el novio/marido se mantiene en lo correcto, si bien, tiene algún momento sobreactuado. Y toma alguna decisión que otra bastante abrupta, un tema que ya no considero culpa suya, sino de las exigencias del guión.
Por último, si adoras al niño de El sexto sentido, Peter DaCunha (Haunter) te va a sentar como una patada en el estómago, va bien, porque su personaje lo requiere, repelente a no más poder.
En el apartado de asaltantes, la imagen resulta inquietante con esas máscaras de Koala, Cerdo, y Conejo. Sin embargo, por desarrollo de la historia, no producen la tensión que debieran.
Finalmente el veredicto no puede ser más negativo, en un producto con sabor a video doméstico, pero que prometía, de una u otra forma, ser rememorada en la estantería de nuestra videoteca personal. Lástima, otra vez será.
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