Tras el éxito comercial de películas como La semilla del diablo (Rosemary’s Baby) o El Exorcista, una buena hornada de películas de temática demoníaca cobraron vida. De manera, que Richard Donner, nos presentó La profecía en 1976, que a pesar de sus escasos recursos visuales, fue un film muy efectista y tremendamente rentable.
Con apenas 3 millones de dólares de presupuesto, el film recaudó un total de 60 millones. Este éxito le supuso a Donner un gran salto en su carrera. Su segundo film, fue la adaptación del cómic de Superman a la gran pantalla con Christopher Reeve como protagonista.
Kathy Thorn da a luz a un bebé muerto, su esposo Robert le oculta la verdad y sustituye a su hijo por un niño huérfano. El horror empieza cuando, en el quinto cumpleaños de Damien, inesperadamente, empiezan a suceder muertes y suicidios. Un sacerdote que trata de advertir a Robert del peligro que corre. Robert, por fin, se dé cuenta de que el niño que han adoptado es el Anticristo y que hay que eliminarlo para impedir que se cumpla una terrible profecía.
Hacía años que no la revisionaba, y la recordaba con agrado. Pero es mucho mejor que ese placentero recuerdo. Resulta sorprendente lo bien que aguanta el paso del tiempo. Una película tan sencilla, realizada sin artificios, ni efectos espectaculares, que resulta tan efectiva y convincente.
El matrimonio Thorn, Robert y Katherine, interpretados por Gregory Peck (Los cañones de Navarone) y Lee Remick (Anatomía de un asesinato), respectivamente. Ambos, son muy solventes en sus papeles, aunque el peso interpretativo se centra en el papel masculino de Robert Thorn, con una compacta e interesante interpretación.
En un personaje secundario, David Warner (Tron) como fotográfo e investigador, complementa el personaje de Robert y se vuelve la pareja perfecta en un tramo de película. Un papel menor pero que resulta de tremenda importancia en las decisiones que Robert emprende.
Pero si alguien destaca en el conjunto, es el niño, Damien Thorn. Interpretado por Harvey Stephens, que lamentablemente no prosperó en la carrera como actor.
Su personaje no tiene apenas líneas de texto en un solvente y fantástico guión escrito por David Seltzer, ni falta que hace. Éste resulta tremendamente inquietante únicamente con sus miradas y su naturalidad ante la cámara, con apenas unas pocas secuencias en toda la película.
Seltzer también escribiría las tres secuelas que tuvo la presente obra, y el remake de la presente obra, en 2006. Bajo ese manto sobrenatural y esotérico, se nos presenta una historia que contiene una crítica socio-política a las hilos de poder económico que dominan el mundo.
Gran trabajo y parte de la inquietud, e incluso, el terror que todavía producen a día de hoy algunas de sus secuencias, como las de los rottweiler en el cementerio, lo consigue una estupenda banda sonora creada por Jerry Goldsmith (Acorralado).
Esa secuencia produjo histeria colectiva en su estreno sic, eran otros tiempos. Aunque, también se producen desmayos en algunas películas actuales, vaya tela.
Una partitura que le valió el Oscar de la academia por el tema principal Ave Satani, pero que todas y cada una de las notas están en el sitio correcto.
Notas que dan lugar a secuencias filmadas con ingenio y un pulso cinematográfico envidiable, y que denotan talento sin tener que recurrir a grandes efectos especiales.
Escenas memorables que se valen por sí mismas y gracias a una buena iluminación, perfectos encuadres de planos generales y, sobre todo, planos detalle que realzan el temor e inquietud en el espectador.
Una película que, únicamente, puedan encontrar desfasada las nuevas generaciones de un público demasiado acostumbrado a los grandes efectos especiales sobre un fondo cromático. Pero el auténtico cine de terror reside en la profecía.
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