No voy a citar las comparaciones que puede mantener Bone Tomahawk con algunos de los clásicos del western, pues nunca ha sido un género que me entusiasme. Es más, voy a blasfemar, no he visto ninguno de esos de los que el film presente llega a hacer referencia, como Centauros del Desierto o Río Bravo (sic).
Los únicos westerns que he visto, pertenecen a una época más actual. Por ejemplo, Sin perdón de Clint Eastwood o el remake de El tren de las 3:10 de James Mangold. Siendo la inclusión de caníbales en Bone Tomahawk, el motivo principal de mi interés por la misma.
Una mezcolanza de géneros tan extraña y bizarra. Aunque no es una novedad, ya se ha hecho anteriormente en Ravenous, a nivel visual no fue tan clásico -en ambos géneros, western y canibales- como el que propone el film dirigido por S. Craig Zahler, guionista de Asylum Blackout a.k.a The Incident.
Bone Tomahawk supone el debut como director de Zahler, un puesto en el que luce realmente bien, y nos muestra como con un presupuesto de menos de 2 millones de dólares, combinando dos géneros opuestos, se puede hacer un film muy disfrutable.
El guión escrito por él, mantiene las referencias más conocidas y superficiales de ambos géneros, con lo cual, no hay que ser un erudito para disfrutarla en toda su esencia.
En el año 1850, un forastero llega al pueblo de Bright Hope, levantando las sospechas del sheriff. Tras ser detenido en una disputa, Samantha O'Dwyer, la mujer de Arthur O’Dwyer, decide cuidar del preso, pero ambos desaparecen esa misma noche. La única pista es una flecha que pertenece a una tribu de caníbales, el sheriff irá en búsqueda de la joven acompañado del marido, un vaquero y un anciano.
Generalmente las películas; o mantienen una misma intensidad, o van de más a menos. Pero Bone Tomahawk va totalmente al revés, de menos a más. Con un prólogo, en una anecdótica y fugaz aparición de Sid Haig (Los renegados del diablo) y David Arquette (Scream), la secuencia de dudosa puesta en escena, nos pone en situación de la peligrosa zona.
A partir de ahí, la película avanza con la pasividad digna de un western de Sergio Leone. Y cuando ves que la película dura más de dos horas, te vienes abajo moralmente al pensar ‘ufff...lo que se me viene encima’.
Pero poco a poco, el viaje coje intensidad, que no ritmo, y éste se aprovecha para ir contando la historia individual de cada uno de los personajes, tan característicos como utópicos. Todos ellos muy bien caracterizados e interpretados por un reparto de actores, muy coral en la mayor parte del viaje, y más que solvente en el conjunto final.
Como buen western, el film se centra en cuatro personajes, el sheriff, el vaquero, el marido y el ayudante.
El sheriff Franklin Hunt, interpretado por Kurt Russell (Death Proof), quizás, es el que más destaca de los cuatro. Además, está sumamente creíble en su interpretación. Nos rinde unas buenas escenas finales. Y además, hace frente a Matthew Fox (Lost) en un chocante duelo de miradas.
Fox, porta una caracterización caricaturesca, que nada tiene que envidiar a la frondosa y bizarra barba de Russell.
Mientras que Patrick Wilson (Expediente Warren) aporta el punto dramático en dicho viaje, el actor parece ser un lastre, nunca mejor dicho. Y tiene algún momento sobreactuado, pero igualmente correcto entre los four horsemen.
Su personaje se vuelve secundario a medida que avanza la historia, pero gana importancia al llegar el desenlace.
Por último destacar al pequeño y encorvado Chicory, interpretado por Richard Jenkins (Quemar después de leer), su papel de ayudante es la gota de color que le faltaba al grupo para darle un toque sarcástico y cómico al conjunto.
Un quinto personaje forma parte de la historia, pero de manera idealizada por el personaje de Arthur, la aparición de una guapísima Lili Simmons que interpreta a Samantha O'Dwyer, esposa de Arthur, es muy escueta.
La actriz ha trabajado en su mayoría en teleseries. Su aparición en el film, yo la tildaría claramente de McGuffin, el motivo es su rescate, cierto. Pero podría intercambiarse por cualquier otro, como la búsqueda de un tesoro, por ejemplo.
Cuatro jinetes con personalidades tan opuestas que hacen que la intensidad de un viaje que, a pesar de no aumentar su ritmo cinematográfico, y en el que no sucede nada realmente apoteósico hasta su desenlace, aumenta nuestro interés con pequeños sucesos como el de los mexicanos.
Y juega todo el rato a su favor de en que momento los ‘pelarán’, si antes o después de llegar al valle de los muertos.
Finalmente, se concentra en una última media hora de película, de la que disfrutaremos de un gore estilísticamente desmesurado. Influenciado visualmente, por películas como Holocausto Caníbal o Comidos vivos.
Otro apartado que cabe mencionar, es el sonoro. Puede sonar artificial en algunos momentos, pero la ausencia de banda sonora en el 90% del film, no hace otra cosa que destacar un logrado apartado que se nutre del sonido ambiente; crujidos, disparos, aullidos, gritos o cualquier otro ‘eco’ en unos parajes áridos y desolados que resaltan gracias a su fotografía reseca de tonos marrones y grises. Para mí, una elección muy acertada casi no orquestar la propuesta.
Bone Tomahawk es un film para degustar con la paciencia y dejarse llevar por la historias individual de cada uno de sus personajes, de otra forma es muy posible que nos perdamos un final intensamente descerebrado con unos caníbales y un jefe que destiñe designios del mismísimo Predator. Bastante recomendable.
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