El festival de Sitges cuenta con premios en distintas categorías, pero la más ‘importante’ y la que acaba en boca de todo el mundo, es la de Mejor Película de la sección Oficial Fantàstic.
Así que, hoy vamos a diseccionar un poco, The Invitation, la película ganadora de la 48ª edición del recién finalizado certamen del 2015.
La directora Karyn Kusama, responsable de la infructuosa Aeon Flux, y de la divertidamente correcta, Jennifer’s Body. Intenta en The Invitation, por todos los medios, captar la atención usando la incógnita, su mejor carta y que juega con acierto en su primera mitad. Mediante una enigmática sinopsis, que sabe ocultar muy bien de que va en realidad la película, consigue mantener nuestro interés y curiosidad.
Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will.
Al margen de si la película gusta más o menos, pues nunca llueve a gusto de todo el mundo. Lo primero de todo, sería, sin ahondar demasiado en debates, cuestionar ¿Cómo una película que no tiene nada de fantástico tiene cabida en dicha sección? Inclusión, que ya se puede tildar de ‘anecdótica’.
Más te digo, a pesar de tener los elementos necesarios y funcionales ¿Cómo acaba ésta alzándose ganadora, por encima de otras propuestas proyectadas mucho más interesantes y acordes con el susodicho premio? Pues, la respuesta sencilla es, joven padawan.
Porque no es la primera -y última- vez que el certamen premia una película que, no solamente no encaja en dicha categoría. Si no, que no está a la altura de ser la ganadora, gustos aparte, claro. Así pues, a estas alturas entablar largas conversaciones sobre ello, es perder el tiempo. En cualquier caso, es mejor intentar no tenerlo demasiado presente.
En mi caso, la vi en la maratón del último día. Y como los premios se dan a conocer el penúltimo, es probable que el hecho de saber de antemano que había sido premiada como mejor película del Festival, influyera de alguna forma en mi veredicto final.
Pero, como es habitual no coincidir con las decisiones del Festival, al menos en absoluta plenitud y facultades, mis expectativas eran muy moderadas frente a la propuesta, casi nulas.
Ya que desde que asisto al mismo, mi criterio solo ha coincidido con el del certamen, en 2010, año en que ganó Rare Exports: A Christmas Tale. El resto de ediciones, la mejor película me ha parecido sencillamente correcta, o directamente no me ha gustado.
Con una premisa que parece extraída del juego de mesa Cluedo, aquí no trata de averiguar la identidad del asesino, la película mantiene ciertas similitudes en su planteamiento.
Su puesta en escena me parece muy deudora del tablero de juego, sobre todo, la exposición de los personajes envueltos por oscuros secretos, que se van desvelando poco a poco y en medida justa. Ahora bien, en el tramo final es fácil olerse por donde va a salir la bala.
Con influencias muy dogmáticas la propuesta recuerda vagamente, pero no menos obviable a Celebración de Thomas Vinterberg.
Y a pesar del buenrollismo al principio del film que mantiene el coral reparto de invitados entre sí, únicamente, son formalidades por cuestiones de cordialidad. Esto consigue que se respire hondanadas de hostias de hipocresía, creando dignas escenas del mejor thriller.
Contradictoriamente, a lo que muchos denostan como un tramo aburrido -lo es en parte, cierto- por encima del oscuro, siniestro y
A pesar de alguna reacción dudosa de alguno de los actores, que resta credibilidad a su personaje. El ambiente se vuelve denso y medianamente asfixiante a medida que avanza la película, tensando la cuerda invisible que une a los personajes en un perturbador juego, que nos mantiene expectantes para conocer el verdadero motivo de la reunión.
He comentado que el reparto es coral, cierto, pero como thriller que es -el fantástico no asoma, y el terror, únicamente, ‘salpica’ de forma leve su desenlace- las interpretaciones recaen sobre tres de los personajes de David, Eden y Will, interpretados por Michiel Huisman (Guerra Mundial Z), Tammy Blanchard (Into The Woods) y Logan Marshall-Green (Prometheus), respectivamente.
De los tres, el más convincente me ha resultado éste último, además, nos brinda un momento cómicamente álgido después de la cena, aunque no lo pretenda. Sin llegar a la carcajada, aporta el toque de humor ácido en el momento idóneo.
El personaje de Eden es la dudosa actuación que comentaba en un párrafo anterior, su personaje tiene algún momento que se pone a sí mismo en entredicho, interpretativamente hablando. Mientras que David, se limita a estar presente en las escenas necesarias que van desvelando la trama, sin más sazón.
Ese aura misteriosa, insana e inquietante por momentos, impregnada de buen rollo y simpatia e incredulidad entre personajes, es funcional y efectiva en sus primeros minutos.
Sin embargo, conforme avanza el guión escrito por Phil Hay y Matt Manfredi, guionistas de Aeon Flux, Furia de Titanes y R.I.P.D, que dan puntadas de hilo, pero no rematan con un nudo el cosido, y va perdiendo fuerza y los convencionalismos aparecen en la segunda mitad del film.
Te digo más, el plano final, está ideado para dejar atónito y que se hable de la película, ya que ésta no consigue méritos propios remarcables durante su desarrollo. A mí, la gota final, lejos de sorprenderme, me dejó desconcertado. Ya que tira por tierra el desarrollo a nivel interno de los acontecimientos sucedidos en la casa.
El cómo y el porqué deja de tener un sentido lógico, las acciones de los personajes, a no ser, que supieran leer el futuro, no cuadran con ese intento tan tonto de rematar el conjunto con una solución efectista y gratuíta, que para más inri, deja las puertas abiertas a una -posible- secuela. Una 'tontada' pretenciosa que no me cuadra ni con un plano arquitectónico en la mano. De las de ver una vez y 'prou'.
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